AFP.- Del enjuto rostro del "maestro" Abreu sale una voz impetuosa: "Queremos llevar al teatro o la danza nuestra experiencia musical masiva", dice en entrevista con la AFP este venezolano de 73 años que lleva casi cuatro décadas alejando a miles de niños de la violencia a través de la música.
Este tipo de mecanismos "debería existir en cualquier arte, desde el cuentacuentos hasta el cine", asegura en la entrevista realizada antes de iniciar la gira europea con la Sinfónica Juvenil Teresa Carreño por Liechtenstein (Vaduz), Alemania (Hamburgo), Francia (Toulouse) y Noruega (Stavanger), hasta el 25 de octubre.
"Hay gente en Venezuela que está sembrando proyectos análogos en otras disciplinas. Tienen que surgir más promotores, artistas que lo hagan en sus campos, y el Estado debe apoyar", agrega.
José Antonio Abreu, a quien todo el mundo llama "maestro", prefiere hablar más del futuro que del pasado, como si lo logrado hasta ahora desde que en 1975 fundara el Sistema Nacional de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela fuera sólo el principio.
Su cruzada empezó tras varios años dedicado a la docencia musical, al darse "cuenta de cómo la música animaba enormemente los ambientes".
Con ayuda del Estado venezolano, empezó a repartir instrumentos y formación musical a los niños de los barrios más desfavorecidos hasta crear pequeñas orquestas locales.
Hoy hay 400.000 muchachos venezolanos dentro del Sistema y numerosas orquestas diseminadas por todo el país.
"Son 400.000 muchachos que le estamos quitando a la droga y a la violencia, para empezar. Sólo sentar a un muchacho en un ensayo a tocar, cuando podría estar en la esquina fumando marihuana es ya un logro muy importante", asegura Abreu, músico y economista, en la sede de la entidad, en Caracas.
"En los próximos 10 años, llegaremos a un millón, seguiremos penetrando a las aldeas más recónditas", agrega, convencido de que "la fascinación por la música en la vida del niño no tiene comparación con nada".
Para él, la práctica coral y orquestal siembra en niños y jóvenes unos valores "indelebles", y algunos de ellos hasta "duermen con su instrumento".
Se inspiran "en unos valores, en una manera de ser, de entender la vida, en una estética de la vida. Ética y estética van unidas, es una de las grandes enseñanzas de Platón. (...) Por eso quiero llevarlo a otras artes".
La vida de Abreu, hijo de una familia muy vinculada a la música y la cultura desde que su abuelo desembarcara en los Andes venezolanos procedente de la isla italiana de Elba, es todo un ajetreo, entre fundar nuevos núcleos orquestales en lugares remotos, presenciar audiciones, enviar misiones de formación a otros países, organizar giras o promover orquestas binacionales.
"Ha sido un camino bellísimo, de trabajo y expansión continua, nunca hemos dejado de trabajar", dice Abreu, que ha recibido infinidad de premios -hasta ha sonado para el Nobel de la Paz- y cuyo sistema ha sido copiado por varios países.
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