Portada de la revista Time titulada «El efecto Angelina» dedicada a la actriz Angelina Jolie después de conocerse que se había sometido a una doble mastectomía preventiva.
«Me sorprende lo bien informada que está», dijo de ella Javier Solana al conocerla. Corría el año 2007 y el diplomático español y la diva de Hollywood acababan de entrevistarse en Nueva York. Hablaron de los refugiados, la pobreza y la orfandad en el mundo.
El pasado martes, poco después de que Angelina Jolie anunciara en «The New York Times» que se había sometido a una mastectomía voluntaria de ambos pechos, William Hague, ministro de Exteriores británico, declaraba: «Es una mujer muy valiente». Apenas un mes antes, el 11 de abril, ambos se habían encontrado en Lancaster House (Londres), en el marco del G8, para una reunión sobre una iniciativa con la que se pretende prevenir la violencia sexual. «No dio muestras de estar atravesando un tratamiento como ese», apuntilló el jefe de la diplomacia del Reino Unido.
La confesión escrita de Jolie, además de conmocionar a mujeres de todo el mundo, desvela muchas claves de su vida: la amputación voluntaria de sus pechos viene tras un test genético (según denuncia «USA Today», el monopolio lo tiene una compañía llamada MyriadGenetics que cobra 4.000 dólares por cada prueba), en el que se aseguraba que tenía un 87 por ciento de probabilidades de desarrollar un tumor maligno; una madre que perdió la batalla contra el cáncer tras una década de lucha y cuando aún no había cumplido los 60; el temor de que su numerosa prole se quedara huérfana... Pero la frase con la que cerraba su emotiva carta es la que hoy llama poderosamente la atención: «La vida llega con muchos retos. Aquellos que nos asustan son los que podemos y debemos controlar».
Y es que el próximo paso de Angelina se encamina a abandonar Hollywood: la pareja Pitt-Jolie acaba de comprarse una casa en Washington D.C., donde próximamente se instalará.
En el centro del poder político norteamericano ya se apunta la posibilidad de que Angelina inicie su propia carrera. «La política puede estar en mi futuro», aseguró hace año y medio. Sí, pero, ¿en qué trinchera? En su día confesó que con Brad Pitt jamás habla de política a la hora de la cena, dada sus profundas diferencias. Él es un demócrata convencido y ella siempre se ha mostrado crítica con el presidente Obama, aunque añade que «yo no soy de ningún partido. Me declaro independiente. Lo que me interesa es solucionar problemas».
La mujer marcada
Hoy es prácticamente imposible abrir una revista y no encontrar en ella la magnética presencia de Angelina Jolie. La última y más espectacular aparición, en la portada de «Time». Pero la actriz no siempre tuvo una existencia tan ejemplar como la actual.
Una buena manera de comprender el trayecto entre su oscuro pasado y su luminoso presente es a través de los dibujos que recorren su piel. Catorce tatuajes adornan su cuerpo. «Mis tatuajes normalmente me los hago en momentos importantes de mi vida. Un tatuaje es algo permanente y, en mi caso, es una reacción que responde a un descubrimiento personal o cuando he llegado a una conclusión sobre algo», explica. Líneas que representan las coordinadas de los lugares donde sus hijos nacieron (Camboya, de donde es Maddox, su hijo mayor; Etiopía, el país en el que adoptó aZahara...), el significado de Shiloh, «La pacífica», nombre en hebreo de una de sus hijas; la «M» en la palma de su mano como tributo a su madre, Marcheline Bertrand o una frase de Tennesse Williams escrita en «khmer». «Es una frase por los salvajes de corazón que se sienten enjaulados y que dedico a quienes no viven su vida por completo, a los que no son felices. Puedes encontrarte a alguien en el supermercado y descubrir que esa persona no encaja, que no se siente completa. Eso me pone muy triste».
Algunos de los tatuajes que Angelina ha dedicado a sus hijos están realizados sobre el mismo lugar donde la actriz rindió tributo a su segundo marido Billy Bob Thorton: un dragón chino que todavía es visible a pesar de sus intentos de borrarlo con láser. «Jamás voy a ser tan estúpida de nuevo como para volver a tatuarme el nombre de un hombre sobre mi cuerpo», confesó cuando se hizo el tratamiento con objeto de olvidar un matrimonio que la hizo infeliz. Y sobre el pubis luce una cruz con un lema en latín: «Lo que me nutre, me destruye», que se hizo en honor a su primer esposo, Jonny Lee Miller, en 1995. «Me lo tatué el día antes de casarme con Jonny, es algo simbólico por los buenos tiempos, nada oscuro», explica. Sus marcas son como el diario de su vida.
Y su nueva vida comenzó cuando mostró su amor en público a Brad Pitt en una playa de África y en presencia de Maddox. Apenas habían pasado tres meses del divorcio del actor con Jennifer Aniston, en enero de 2005.
Por aquel entonces, Angelina confesaba que «un hombre ganará mi corazón a través de mi hijo». Y así fue. Con Brad formó su familia y dejó definitivamente atrás los años oscuros marcados por su reconocida adicción a la heroína, su bisexualidad, las entrevistas en las que aparecía solo con un abrigo y sin ropa interior, los virales de sangre compartidos con Billy Bob Thorton, el «incestuoso» beso que propinó a su hermano el día en que ganó el Oscar por «Inocencia interrumpida», la relación de amor-odio con Jon Voight, su padre, quien, por cierto, se enteró la la mastectomía de su hija a través de internet... Angelina fue salvaje hasta que encontró a Brad Pitt. Y comenzó su segunda existencia.
Hoy, la mujer más poderosa de Hollywood está a punto de iniciar una tercera vida, ajena al glamour de la pantalla grande y más próxima a sus inquietudes sociales y políticas. «Sí, soy una mujer con mucha suerte. Tengo unos hijos maravillosos y una pareja increíble. Estoy muy agradecida». Sus genes pudieron jugarle una mala pasada. Ahora, le genética le ha salvado la vida.
EFE