La Unesco cierra su monumental obra 'Historia de la humanidad', iniciada hace medio siglo - 1.600 expertos han completado seis colecciones de siete tomos cada una
ANA TERUEL - París - 23/10/2009
Una obra monumental para la monumental historia del mundo. Unas dimensiones tan gigantescas como sus objetivos teóricos: seis colecciones de siete volúmenes cada una, más de 1.600 expertos de todo el mundo contando la historia del hombre... y sus claroscuros. Todo ello, a lo largo de seis décadas.
Londres, 1943. Los aliados se reunían en la capital británica para empezar a organizar el mundo tras la barbarie nazi. Ya entonces asomaba una idea que ha tardado más de medio siglo en culminar: fue la primera vez que se habló de escribir una historia universal para hacer hincapié en lo que los pueblos habían construido juntos, en oposición a la destrucción de la guerra. La Unesco emprendió esta labor a partir de la década de los cincuenta. A principios de mes se han reunido en París varios autores que han participado en esta aventura para analizar cómo darle la mejor salida a este tesoro que constituye el libro más largo de la historia.
"La visión en sí ya era utópica", relata Alí Moussa, jefe de la sección de diálogo intercultural de la Unesco. "Por supuesto, de la utopía a la realidad, siempre hay un abismo". Cuando se creó la primera comisión de expertos, en plena guerra fría, las divisiones eran patentes entre occidentales y especialistas del Este. Pese a todo, se lograron superar las diferencias y llevar adelante el proyecto. El otro gran reto era huir del etnocentrismo y el primer debate fue sobre la división de la historia. Es célebre la anécdota del experto chino que recalcó que durante el renacimiento europeo, en el siglo XIII, su país ya había tenido varios renacimientos y decadencias. A pesar de los esfuerzos, la primera versión siguió siendo demasiado europea y a finales de los setenta se lanzó una segunda edición más universal, cuyo último volumen salió finalmente el año pasado.
Entretanto se había lanzado la Historia general de África, destinada a "descolonizar la historia del continente y mostrar su diversidad". A medida que se fueron independizando, a partir de los años sesenta, los países africanos fueron ingresando en los organismos internacionales, incluida la Unesco, y reclamaron una colección dedicada a su continente. Aquí también los debates fueron constantes, como aquel que se celebró en 1964 en El Cairo sobre el carácter africano del Egipto antiguo. "Egipto para los occidentales siempre ha sido extraído de África, presentado como una historia mediterránea, pero algunos especialistas insistieron en que está anclado en el valle del Nilo", explica Moussa.
"Todo este trabajo no tiene sentido si no es conocido, utilizado, reutilizado y releído", explica Moussa. La primera tarea será ahora la traducción. De momento, las seis colecciones no están disponibles en un único idioma. La de América Latina existe sólo en español y la del Caribe sólo en inglés. Para aumentar su difusión la organización también es consciente de que necesita publicar ediciones más baratas, utilizar las nuevas tecnologías para distribuir contenidos gratuitos en línea y lanzar una estrategia más agresiva para aumentar su presencia en las universidades.
Aunque su gran ambición se centra en el continente africano. La Unesco participará en la próxima conferencia de ministros de Educación de la Unión Africana, con la que trabaja para elaborar contenidos pedagógicos de Primaria y Secundaria comunes a todos los Estados. Cuenta con el apoyo político de los Gobiernos en cuestión y con una financiación de dos millones de dólares de Libia.
Si bien el proyecto que se fraguó durante la Segunda Guerra Mundial, superó las tensiones de la guerra fría y cambió de prisma con la descolonización, aparece hoy como un antídoto a la teoría del choque de las civilizaciones de Samuel Huntington. "Tras la guerra, en la que hubo un choque de las ambiciones, aspirábamos a la comprensión mutua. Es increíble que 50 años más tarde, esta idea haya vuelto y haya tenido un eco formidable", considera Moussa. "Es una generalización grotesca creer que una cultura es un bloque".
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