domingo, 15 de noviembre de 2009

Literatura

Hermán Lanvers:
"África es el delirio más salvaje de Dios"


Admirador de Wilbur Smith y enamorado del continente negro, el escritor cordobés lleva vendidos, con sus dos primeras novelas, más de 40 mil ejemplares. Reivindica el derecho del lector a no aburrirse y cuenta las amenazas que recibió por citar versículos del Corán.

Hernán Lanvers no habla como escritor, no tiene divismos, ni grandes aspiraciones. Hernán Lanvers hasta hace poco ni siquiera, de hecho, escribía. A esta altura del partido, la historia es conocida. Lanvers, cordobés, médico de profesión, viajero apasionado y enamorado de África, financió la publicación de su primer libro y agotó seis ediciones en su provincia. Empujado por el éxito de su colega y coprovinciana Cristina Bajo, les mandó un ejemplar a cada uno de los empleados del coloso editorial Random House Mondadori. La apuesta le salió bien. El primer libro África. Hombres como dioses vendió 30 mil ejemplares. El segundo Harenes como piedras, va por los 10 mil.

Hoy Lanvers es sinónimo de best seller impensado, una suerte de su admirado Wilbur Smith, pero made in Argentina. Todavía desacostumbrado a que los medios se fijen en él, se desentiende tímido, con una metáfora -la primera pero no la última- a imagen y semejanza de su escritura, en absoluto pretenciosa, no responde tampoco como lo haría el buenazo de Wilbur, un verdadero militante de las causas sociales. "Que me entrevisten los suplementos culturales siendo un autor de novelas de aventura es como si siendo jugador de fútbol 5 -y de los que juegan sólo los sábados- Maradona me llamara para jugar un partido oficial de la selección", asegura.

¿Le molesta que se lo identifique como un autor de best-sellers? ¿Adónde crées que radica su éxito de ventas?
-No me molesta. Yo escribo para ser leído. Sé que hay autores que escriben solo para ellos pero no es mi caso. Yo escribo para que la gente me lea y se entretenga. Decir que lo hago sólo para mí sería ser tan mentiroso como una joven muchacha que se ponga, para salir, una minifalda y digo que lo hace porque así se siente cómoda y no para gustar y llamar la atención. Y sería tan falso como si esa chica se indignara cuando, al pasar por una obra en construcción, los albañiles le gritaran groserías. ¿Adónde radica el éxito? No lo sé muy bien. Quizás en el hecho de que escribo de un modo simple, sin palabras raras, sin necesidad de interpretaciones difíciles. Quizás porque mis personajes no son héroes extraordinarios sino personajes comunes que sólo tienen de extraordinaria su voluntad y su sentido de la amistad y porque los malos, en mis novelas, pagan por sus maldades aquí y ahora, no en el Más Allá, o en otra vida, como creo yo que en la realidad debería ser

-¿Le alcanza que la literatura sea sólo un medio para entretener? ¿No cree que sus libros provocan otras cosas además?
-Sí, me alcanza. Yo no puedo hacer literatura profunda, porque no soy una persona profunda. No puedo hacer literatura de "vanguardia", porque ni sé muy bien ni siquiera lo que quiere decir. Solo aspiro a que la gente me diga "Leí tu libro en dos días. Me entretuve como loco. Y encima, de África, aprendí un montón". Por otra parte, mis libros pueden provocar otras cosas, como Harenes de piedra, que ya hizo que me llamaran varías veces por teléfono gente de la comunidad musulmana para insultarme y/o amenazarme por citar versículos del Corán y por su contenido. No era mi intención denunciar nada. Sólo soy un aspirante a novelista de aventuras. Si en esta novela pareciera que me fui un poco hacia la denuncia es porque después de hablar y conocer a un esclavo, hay cosas que uno no puede evitar hacer o contar. Y si a alguien le molesta, que le moleste. Hoy en África hay millones de esclavos a los que les debe molestar ser vendidos, violados, o tratados del modo en que se lo hace.

Ese misterio llamado África


Punto intermedio. África es el continente ignorado. Por todo el mundo occidental, por el oriental y también por esa otra rareza de semi-ignorados, los habitantes del "extremo occidente" -nosotros, los latinoamericanos. A pesar incluso de los 2 millones de descendientes de afroargentinos que las comunidades instaladas en el país señalan.

Hernán Lanvers no está de acuerdo. Para él los argentinos y los occidentales en general siempre se han sentido interesados por África, un continente donde siempre han sido extranjeros y de donde siempre han sido expulsados. "Quizás -asegura- sea porque en África aún se puede ver el mundo tal como era hace siglos. Aún allí un guerrero massai, para tranformarse en hombre, debe matar, armado de una lanza a su primer león. Aún allí, el Monte Kilimanjaro se alza, con su cima cubierta de nieve y sus laderas tapadas de selva, en donde de noche los rugidos de los leopardos nos recuerdan quién es, con la caída del sol, el que todavía es quien manda en ese lugar. Con sus piratas aún vigentes en Somalia o sus traficantes de esclavos, África sigue aún llena de misterios. Es el ultimo bastón de la aventura, en su estado más puro, que le ha quedado al hombre actual", y termina Lanvers en un pantallazo de su propuesta estética. Una muy clara -poco pretenciosa- pero sugerentemente clara.

Para concluir, Lanvers recuerda el componente humano el colonialismo todavía presente, tan parecido, tan "igual" al pasado sumado a "la peor de las pobrezas: la que se podría evitar, porque es, quizás, el más rico continente de los cinco".

Tiene arranques de político de campaña, y como tal, convence. Habrá que ver si cumple, nomás.
"Sólo aspiro a escribir de aventuras en África. Quizás porque no me alcanzará la vida para conocer ese lugar lo suficiente. Quizás porque quiero mucho a su gente, allí tengo buenos amigos y porque las mujeres que más he amado han sido africanas de raza negra. Quizás porque, para mí, África es la fantasía más alucinante de la Naturaleza. Quizás porque creo que África es el delirio más salvaje de Dios", dice Lanvers y la verdad es quizás, que a pesar del miedo que pudiera infringir el Todopoderoso, dan ganas de viajar a África. De cualquier manera, es curioso que esa mirada fascinada y perturbada que observa esa suerte de paraíso biblíco, olvidado, donde comenzó la humanidad hace 4,4 millones de años, Y Lanvers, con las metáforas y todo, se convierte en el gran protagonista de sus propias historias.

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