martes, 1 de junio de 2010

En el sexo, todo entra por los ojos

En el sexo, todo entra por los ojos
Una mirada basta para el primer contacto. Mire, observe y déjese llevar. No apague la luz y recuerde que es mejor una mujer bien vestida que mal desnuda.

Sólo bastan
tres segundos para que las pupilas procesen una imagen y le manden un mensaje al cerebro. El tiempo suficiente para excitarse. En milésimas de segundos puede producir una erección. Sí, es una consecuencia que afecta físicamente a los hombres, pero no es una visión machista del sexo, simplemente el género masculino es más susceptible de ser estimulado por las formas físicas.

Tampoco significa que las mujeres miren y no sientan algo, aunque docenas de investigaciones sobre el tema han concluido que para el sexo femenino los otros sentidos son sus grandes aliados. Todo esto es cerebral, como es el buen coito, una serie de reacciones químicas que trabajan a velocidades asombrosas para provocar otras reacciones físicas que se hacen evidentes en cualquier momento y, para incomodidad de muchos, en cualquier lugar.

Es verdad, todo entra por los ojos. Después viene la imaginación y por último la acción. Un proceso que puede tomar también solo unos minutos, tiempo en el que las pupilas estarán más grandes que nunca, como las de un gato en la oscuridad. Una mirada es la puerta para empezar y esa es la gran ventaja de los ojos: permiten seleccionar, detenerse en los detalles, desear, transmitir emociones y luego mirar fijamente para dirigirse a su objetivo.

Esto no es amor. Ojo con los románticos, esto es sexo, aunque también hace parte de quienes aman el cortejo, el juego ingenuo y los largos procesos. Lo importante es que cuando se supera este primer paso, no se puede permitir que los ojos se conviertan en parte del paisaje y sí mantenerlos activos, atentos y ávidos de VER los deseos sexuales.

Por eso, es bueno saber lo que se puede lograr con la mirada antes del momento culminante. Nota: ese momento puede suceder entre dos personas que acaban de conocerse o en una pareja de esposos que no le teme a mirarse después de 30 años de casados. Por eso, aun con una pastilla que abre los vasos sanguíneos y va haciendo su trabajo en el cuerpo, siempre mire. Incluso hasta el momento en el que los ojos se ocultan hasta blanquearse.

Aquí también cabe eso de que una imagen vale más que mil palabras. Con conversar un hombre difícilmente se excita y aunque las mujeres aman los sonidos y las palabras bonitas como preámbulo, la imagen inolvidable de una mujer caminando, bailando o jugando con cada parte de su cuerpo pone a circular la sangre donde se necesita.

Por algo también han dicho que es mejor una mujer bien vestida que una mujer mal desnuda. Tiene algo de fetiche y el deseo no se traiciona ante la ropa bien puesta, los encajes de prendas íntimas y los disfraces de enfermera de minifalda y cofia, colegiala en tacones puntilla o porrista en el cuerpo de cualquier mujer que disfruta jugar para ella y el otro.

Quizás pocas mujeres han descubierto que pueden aprovechar el ojo masculino. Una prenda sexy, un roce de sus dedos por su cuerpo y un movimiento provocador se roba todas las miradas. Para muchos eso sonaría primario, pero el sexo lo es. Imagínelo con bases intelectuales para que salga corriendo a lo que sabe hacer por instinto. Mire, observe y déjese llevar, no apague nunca la luz, dele gusto a sus fetiches y a su imaginación, alimente el ojo, como dicen las señoras, pero no se detenga, es sólo el comienzo. Y también déjese mirar.

Y asuma los riesgos pero no quede en evidencia. Esos recorridos visuales pueden encontrarse con detalles que también bajan los ánimos. Y en esto los hombres pierden pues después de una mirada certera, las mujeres pueden salir corriendo. Unos calzoncillos viejos, un resorte destemplado, una tanga ochentera, o las ya conocidas y desprestigiadas medias “mallasec” que dejan ver el talón, pueden acabar con ese momento culminante.

Otra prueba no sólo de que todo entra por los ojos, sino que todo puede comenzar o terminar en una mirada.

Fuente: www.elespectador.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario