Ahí, a media luz, letra en mano, Diego Ramón Jiménez Salazar le pone su voz y cadencia flamencas a Nada. "He llegado hasta tu casa, yo no sé cómo he podido", canta y frente a él, Juanjo Domínguez le marca la ruta con su guitarra. Mientras, casi escondido detrás de un piano de media cola, Andrés Calamaro se anota con algunas notas, entre mate y mate. Y disfruta.
Interrumpir es herejía. Y uno decide que, por respeto a la fe en el arte, compartir ese instante desde un costado no está nada mal. Además, son esos destellos de certeza, de los cuales Calamaro, anfitrión, amigo y "colaborador secundario", asegura haber registrado unos cuantos durante el ensayo, los que hacen que, de a poco, el visitante se relaje. Y que atraviese esa frontera imaginaria de instrumentos, micrófonos, cables y cajas de sonido.
"Recién después de percibir esos momentos mágicos pude descansar. Porque al comienzo tenía miedo. Ese miedo que te mantiene alerta", confiesa El Cigala. Y sintetiza: "Yo le había mandado tres o cuatro temas a Néstor Marconi, otros dos al señor Juanjo. Nada más. Pero llegué, me encontré con lo que habían hecho pensé: 'Esto es la gloria'. Cuando cuentas con la magia que tienen estos genios, ¿qué problemas puedes tener? Yo creo que la incursión que estoy haciendo será memorable para el resto de mi vida".
No es la primera vez que El Cigala se sale de los límites. Su encuentro con el pianista cubano Bebo Valdés, en 2003, inmortalizado en el CD Lágrimas negras -que incluye Nieblas del Riachuelo-, le permitió poner en contacto su acervo con elementos del jazz y la música afro. Y, además, viajar por primera vez a nuestro país, para su presentación.
Me regalaron toda la antología de Gardel y Goyeneche. Así que me la llevé a casa y empecé", dice, para enseguida corregirse. "Cuando estábamos haciendo Dos lágrimas (2008) yo ya estaba dándole vueltas al tema del tango, aunque sin meterme de lleno. Pero ya había experimentado la sensación de sentirlo como siento el flamenco. Entendí que es una forma de expresar. Que como el flamenco, como la música afrocubana, es una música del alma. De esas que escuchas por la noche, en la barra de un bar", explica.
A su lado, Calamaro escucha, y resalta la forma en que expandió sus horizontes el canto de su colega. O mejor dicho, cante. "Hace tiempo que en el flamenco Diego dejó de ser el heredero de Camarón. El ya está sentado ahí. Lo que ocurre después es que, con Lágrimas negras, lleva su canto a otro terreno, con un sabio como Bebo", apunta.
El Cigala: Esas son las cosas maravillosas de la vida que te ofrece la música. El me abrió un mundo. Y ahora puede suceder lo mismo con el tango. Yo lo siento con la misma intensidad, con la misma fuerza.
En ese proceso, su último paso por el Gran Rex reforzó la idea. "Ni bien abrí el show con Garganta con arena, la expresión del público fue como de no entender, mientras yo me daba cuenta que estaba muy a gusto cantando eso", recuerda. Lo que siguió fue explorar ese mundo nuevo. "Vi todo lo que encontré en YouTube, desde los comienzos del tango hasta ahora. Y empecé a buscar temas que profundicen, que me duelan a mí -cuenta, y enumera- "Tomo y obligo, Las cuarenta, Los hermanos."
¿Te costó adaptar los temas a tu modo de cantar?
El Cigala: No. Yo me dejo llevar por los maestros, por la música de Juanjo, de Marconi. Lo que cambia es la manera de cantarlo. Pero al cabo de los años, con la experiencia, me fui dando cuenta de que uno debe cantar lo que siente, en el estilo que le gusta. Y yo he sentido que llevo toda una vida cantando tango. Luego, si cuadro Nostalgia en tiempo de bulería (marca el ritmo con sus manos), eso ya depende del músico. De que no se salga de tu tiempo. Es bonito, porque también juegas con eso. La bulería tiene eso de la subida, la bajada, y ahí el que se tiene que buscar la vida soy yo.
"Yo creo que cuando un intérprete, un artista consagrado por la gloria de su canto como es Diego, decide cantar tangos en la Argentina, cuando se da cuenta de que es el momento de hacerlo, como a él le gusta, sólo queda sentarse y escuchar. Tangos que parece imposible que alguien más los vuelva a cantar como El día que me quieras, al mismo tiempo que otros como Garganta con arena, al que ninguno de los próceres del tango llegó a cantar, se convierten en una experiencia. Con lo divino y lo malo. Por esa afinación, por ese caudal, por ese fraseo que tiene Diego para sorprender", monologa Calamaro, quien goza de su lugar secundario sin complejos.
"Para mí, Diego era una especie de héroe con el que nunca hubiera imaginado que podría hacer algo", más allá de coincidir en algún sitio a través de amigos comunes, como Javier Limón o el Niño Josele, comenta. Sin embargo, la historia tenía otros planes, y sus caminos comenzaron a cruzarse con mayor frecuencia, sin que por eso el músico argentino deje de insistir en el "honor" que le hace compartir el escenario con su amigo.
Desde afuera, la noche apura el ritmo de la charla. En el rincón, Juanjo Domínguez espera, al mando de su guitarra, para una nueva pasada de Los hermanos. "Es muy poco el tiempo que tenemos para ajustar los temas", había comentado a Clarín el maestro, unas horas antes. Y queda claro que la improvisación es apenas una parte de la cosa.
No obstante, El Cigala hace hincapié en el sentimiento. "He hecho todo esto con mucho respeto, pero dejándome llevar, más que nada, por la intuición y por la inspiración, más que por lo que tengo ahora que aprenderme -señala-. En el momento en el que estamos tocando, nos metemos en eso que estamos haciendo ahí, y ya cambió la película."
"Lo importante es que es El Cigala el que está cantando. Yo puedo cantar tangos, y a la gente le puede parecer que es una mierda y que no lo tengo que cantar. Y en otro lado me van a aplaudir. Pero otra cosa es que cante Diego. El Diego resiste cualquier análisis. La mirada de los tangueros y también la del público más flamenco, o del que pase por ahí y que nunca lo haya escuchado", completa Calamaro, antes de aclarar que estando en Buenos Aires El Cigala también tiene que cantar algo de flamenco.
Y El Cigala asiente: "Si no lo hago es como un pecado mortal. Es como una falta de respeto a esa gente que paga una entrada para verte. Y, además, eso es lo que soy. Yo soy flamenco."
Fuente: www.elclarin.com
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