Un tren de juguete que atraviesa ocho habitaciones y un fósil de dinosaurio de cuatro metros de altura son sólo un ejemplo del tipo de adornos que el protagonista de Leaving Las Vegas compró para decorar dos de las 15 casas que adquirió en los últimos 10 años, y que este mes fueron embargadas después de que el Ministerio de Hacienda de los Estados Unidos lo declarara al borde de la bancarrota.
Su gusto excéntrico, sumado a la compulsión de comprar en cantidades exorbitantes, fue su maldición. Dos castillos, una flota de yates, 22 carros (incluidos 9 Rolls Royce y un Lamborghini de medio millón de dólares) hacen parte de la lista de placeres que el actor se dio entre 2006 y 2007, cuando facturó alrededor de 40 millones de dólares, justo después de haber recibido los dividendos por La leyenda del tesoro perdido, estrenada en 2005 y que recaudó cerca de 350 millones de dólares alrededor del mundo.
Los números en taquilla y el sueldo recibido (entre 2000 y 2005 ganó 70 millones de dólares)se reflejaron directamente en su estilo de vida. Una casa en Las Vegas de 1.300 metros cuadrados con seis cuartos, ocho baños, sala de cine y 16 parqueaderos por la que pagó 8.5 millones de dólares al parecer no fue lo suficientemente acogedora para vivir. Compró, además, dos casas en Nueva Orleans avaluadas en 6.8 millones de dólares, que se
sumaron a la lista de propiedades que el actor disfrutó en Malibú, Bel Air, Alemania e Inglaterra hasta octubre del año pasado, cuando salió la noticia de que debía más de 14 millones de dólares al Departamento de Hacienda de Estados Unidos.
Al darse cuenta de que su fama no era colchón suficiente para amortiguar la situación, Nicolas Cage culpó de su desgracia a Samuel Levin, el hombre que estuvo a cargo de sus negocios por nueve años y a quien le interpuso una demanda de 20 millones de dólares por perjuicios. Según el protagonista de La Roca, fue Levin quien lo llevó a invertir en negocios riesgosos pero, en palabras del propio Levin, Nicolas es un despilfarrador. “Me debe 129.000 dólares por mi trabajo”. De acuerdo con declaraciones al portal de noticias CNN, Levin le aconsejó que no comprara los castillos en Alemania e Inglaterra. “Estaban decrépitos y necesitaban enormes sumas de dinero para su reparación”, dijo. Pero Cage nunca lo escuchó. Ni siquiera el éxito taquillero de la segunda parte de La leyenda del tesoro perdido: el libro de los secretos, alcanzó para atenuar los 30 millones de dólares que necesitaba para amortiguar sus deudas, ya que desde antes que empezara a trabajar con Levin, Cage ya debía impuestos.
Su única salida para evitar quedar en la calle fue poner en venta sus propiedades. Pero al parecer no todos comparten el gusto del actor. Su casa en el exclusivo barrio de Bel Air, en Los Ángeles, fue catalogada por un agente de bienes raíces, según publicó Los Ángeles Times, como “un burdel de residencia universitaria”. La casa, que cuenta con piscina olímpica, se intentó vender en 35 millones de dólares, pero no tuvo ofertas y fue dejada en consignación a un prestamista. Para completar, sus dos casas en Nueva Orleans fueron embargadas por los bancos por haber dejado en mora las hipotecas.
Como si fuera poco su ex novia Christina Fulton, madre de su hijo mayor, lo demandó por fraude e incumplimiento de contrato. Sucede que Cage, a cambio de que ella se encargara sola de la crianza de su hijo, se había comprometido a darle una casa. Ahora las autoridades intentan desalojarla de ahí porque esa casa, donde Christina vive desde 1994, también ha sido embargada por el Departamento de Hacienda.
Mientras el trámite sigue en curso, Nicolas Cage intenta ganar tiempo. Asegura que nunca tuvo conocimiento de la gravedad de sus finanzas hasta finales del año pasado después de despedir a Levin.
Pero hablando en plata blanca, es difícil que Levin tenga que ver con gastar un millón de dólares en tiras cómicas; comprar un pulpo, dos cobras, dos islas en las Bahamas, un jet privado y 47 piezas de arte. ¿Quién dice la verdad? Sólo se sabrá en los próximos meses cuando los dos se encuentren en el Tribunal Supremo de Los Ángeles, para determinar si el ganador del Óscar salva su estatus y se compromete a recomponer sus finanzas, o queda en bancarrota.
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