En plena ronda de desfiles de moda, que están haciendo soñar a mujeres del mundo entero, una exposición en París da el protagonismo a las modelos, recordando al paso el alto costo que pagan algunas por ser las musas de esos sueños.
Las modelos han "sufrido los diktats de la moda, al tiempo que han ayudado a imponer normas de belleza, muchas veces a costa de su propio cuerpo", dijo Silvie Lécallier, comisaria de la muestra "Modelos, el cuerpo de la moda".
La exhibición, que estará abierta hasta el 19 de mayo en la Ciudad de la Moda y el Diseño, a orillas del río Sena, gira en torno al cuerpo de la modelo y cuál ha sido su papel en la multimillonaria industria de la moda.
Mediante fotografías, revistas, afiches y extractos de filmes provenientes de los archivos del museo Galliera (el museo de la moda parisino), la exhibición explora asimismo cómo la moda ha impuesto, a través de sus modelos, el culto a la juventud y los cánones de belleza, desde el siglo XIX hasta ahora.
En 1905 por ejemplo, "la cintura debe ser ceñida, el pecho bajo, las nalgas echadas bien hacia atrás. Pero en los años 60 ya no hay caderas, ni senos, ni cintura", explica Lécallier frente a una foto de la británica Twiggy, la primera supermodelo internacional.
La experta recordó que en un comienzo, antes de ser presentada por modelos de alto nivel extremadamente delgadas y jóvenes -o como ocurre muchas veces ahora, por estrellas en la alfombra roja- las creaciones de moda eran exhibidas por modelos fabricados en madera, mimbre o cera.
Fue sólo hasta el siglo XX que las vestimentas fueron presentadas por modelos profesionales que, "como vivían de su cuerpo, y podían ser tocadas y palpadas, eran consideradas prostitutas", señaló.
La comisaria subrayó que fue sólo hasta mediados de la década de 1920 que se estableció en la moda la norma de delgadez y altura, cuando el creador Jean Patou trajo de Estados Unidos modelos norteamericanas para presentar sus colecciones.
Patou "buscaba mujeres jóvenes, altas, delgadas, sin caderas y con tobillos finos", señaló Lécallier, explicando por qué las modelos están "no sólo en el centro del mundo y la industria de la moda, sino de la representación de la mujer".
"A partir de la década del 60, las modelos eran cada vez más jóvenes, y la juventud pasó a ser uno de los atributos vinculados con la moda", destacó.
La moda deja también cicatrices en los cuerpos de las modelos: la foto de Kristen McMenamy, que posa con los senos desnudos para Juergen Teller, es testimonio de ello.
Entre los senos de la modelo estadounidense está escrito "Versace", y su cuerpo adolescente muestra una cicatriz, dejada por una cremallera que le agarró la piel cuando se desvestía apresuradamente en un desfile.
"Es una foto que data de 1996 y que provocó escándalo en el momento que fue publicada porque da una representación que parece negativa de la modelo", notó la comisaria.
"Esta imagen revela un cuerpo de mujer verdaderamente marcado por la moda. Y habla del estatuto de la modelo, del cuerpo de la maniquí a disposición de las marcas. Un cuerpo que se vende casi, porque está directamente marcado en la piel".
No podía faltar en esta exposición una foto de Kate Moss, captada a sus 15 años en una playa, y que 23 años después sigue siendo un ícono.
La imagen de Moss, que muestra su cuerpo adolescente y trazos irregulares, "no corresponde a los cánones de belleza" de los años '90", cuando triunfaban las modelos sofisticadas. Esa foto "marcó un hito en la historia de la moda", dijo Lécallier.
Para el director del museo Galliera, una de las imágenes más intrigantes de esta muestra -la primera que consagra el museo a las modelos- es la de la modela española Violetta Sánchez, ícono de la moda en los años 80, tomada por Helmut Newton.
Violetta, musa también de Thierry Mugler, Yves Saint Laurent y Moschino, yace reclinada, en la misma posición que su doble fabricado en plástico. "No se sabe cuál de ellas es la real y cuál la falsa", dijo.
El Museo Galliera, un hermoso palacio que está siendo renovado, abrirá sus puertas en setiembre, con una exposición dedicada al creador Azzedine Alaïa.
El Espectador
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