martes, 26 de enero de 2010

Internet también crea marginados

En la revolución de Internet, que hoy en día llega a los teléfonos móviles, a las pantallas de televisión y hasta a los aviones, una buena parte de la población se ha quedado rezagada. Hay ancianos que no entienden lo que es un navegador web. Existen zonas empobrecidas, rurales y urbanas, que no disponen del cableado necesario para ofrecer banda ancha. Y hay jóvenes que dominan a la perfección los programas de chat y las redes sociales pero no saben cómo mandar un currículo en condiciones a través del correo electrónico. Son los marginados de la red, y ante una tecnología rápidamente cambiante, corren el riesgo de quedarse atrás.
Richard Brock es uno de ellos. Este residente de Washington de 65 años se ha dedicado toda su vida a la peluquería. Se considera a sí mismo un iliterato digital, la comprobación empírica de que la célebre brecha digital existe. "Yo pensaba que para enchufar un ordenador tenías que quitarle el plástico con el que venía enrollado", bromea. "Me di cuenta de que Internet se hacía necesario para la gente de mi edad, para organizarse el trabajo de la Iglesia, consultar servicios del Ayuntamiento, mantener el contacto con familiares y amigos".

Y no sólo para eso. Dada la grave crisis económica que vive Estados Unidos, Brock, ya jubilado, busca trabajo. "Y para eso sí que necesitas saber de ordenadores y de Internet". Un anciano que nunca ha aprendido informática, que no ha abierto un portátil en su vida, lo puede tener difícil, muy difícil, para volver al mercado laboral, en una dura crisis económica en la que las jubilaciones de muchos no están garantizadas y en la que los desahucios y los empeños son moneda corriente. Ésta es la verdadera cara de lo que se ha venido a llamar brecha digital.

Personas como Brock son los alumnos en la academia Byte Back, situada en el barrio de Brookland, en Washington, una zona de mayoría afroamericana. Este centro es un refugio de personas sin un techo en la red, ciudadanos que carecen de la formación y los medios para navegar por Internet. Aquí se imparten clases de informática, gratuitas, a personas que cuando llegan no saben lo que es un ordenador y que, cuando salen, pueden formatear un currículo, abrirse una cuenta de correo electrónico y mandarlo a un departamento de recursos humanos. Se trata de un pequeño puente, por precario que sea, que facilita un gran avance para sortear la brecha digital.

El año pasado, en Byte Back impartieron 527 cursos a 442 alumnos. De ellos, 307 se matricularon en el nivel más básico, aquel en que les deben enseñar desde cero, desde el botón mismo de Inicio de Windows. Por lo general, un 80% de los alumnos -entre los que hay algunas personas sin hogar- finaliza los cursos. El profesorado, compuesto por casi un centenar de personas, es en su inmensa mayoría voluntario.

"Por el tipo de gente que viene aquí, uno tiene la impresión de que las personas de entre 60 y 80 años se han quedado atrás. Y eso es algo que va a ir empeorando según haya cosas que sólo se puedan hacer online", explica la directora de Byte Back, Kelley Ellsworth. "Desde este año, aquí en Washington sólo se puede registrar a los niños en guarderías públicas a través de la Red. Hasta hace unos meses se podía hacer en persona. Ahora, la gente mayor sin experiencia informática no puede encargarse de una gestión tan sencilla para sus nietos".

Es cierto. Cada vez hay más gestiones que se hacen exclusiva o mayoritariamente a través de la Red. El Gobierno de Estados Unidos, por ejemplo, exige a los viajeros europeos que quieran visitar el país que se registren previamente en una lista de visitantes a través de una página web. Muchos centros escolares de EE UU imponen deberes a sus alumnos que se deben realizar online. Las empresas de telefonía, electricidad y agua cobran una tarifa de hasta tres euros mensuales por enviar facturas en formato papel.

A España, por ejemplo, ha llegado ya el DNI digital, para hacer todo tipo de gestiones con el simple acceso a una conexión a Internet, y los ayuntamientos de los países industrializados cada vez más utilizan la red para trámites tan sencillos -y que antes implicaban tantas colas y tantos papeleos- como renovar licencias de conducir, pedir prestaciones por desempleo, pagar multas de tráfico o saber adónde se ha llevado la grúa su coche.

Según una encuesta del Pew Research Center de finales de diciembre, un 74% de los norteamericanos utiliza regularmente Internet. Esta cifra es bastante superior a la que se registra en Europa, donde sólo un 49% de la población dispone de conexión a Internet en sus hogares, según un informe de 2009 del Ministerio de Industria, confeccionado con datos de 2008. En España, el 51% de los hogares cuenta con conexión a la Red, por debajo países como Eslovaquia, Reino Unido o Suecia.

Estos datos confirman la existencia de desigualdades demográficas en el acceso a Internet. En EE UU, por ejemplo, el 76% de las personas de raza blanca se conecta a Internet con regularidad. Esa cifra cae a un 64% entre la población hispanoamericana. La diferencia es más pronunciada entre grupos de edad: un 93% de los jóvenes de entre 18 y 29 años se conecta a la red, mientras sólo el 38% de los mayores de 65 años lo hace.

"Es normal que la gente mayor que viene a estas clases sienta miedo al principio", explica Ellsworth. "Mucha gente no sabe ni qué es lo que le espera en una pantalla de ordenador. Lo mejor, en nuestras clases, es ver las caras de triunfo al final, ver cómo el miedo desaparece y cómo esas personas celebran su triunfo con el mero hecho de ir a la página del Ayuntamiento y buscar algún dato".

Fuente: www.elpais.com

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