sábado, 23 de enero de 2010

Pedro Almodóvar habla de sus inicios en el cine:

"Tuve suerte de no morir por los excesos de juventud" El director manchego cumplió 60 años e inspirado por su pasado, dirigió la película "Los abrazos rotos", protagonizada por Penélope Cruz. Una ocasión ideal para que Almodóvar hable de su propia vida y de sus años salvajes durante la marcha madrileña en el post franquismo.

Por Ernesto Garratt

Canoso, más que en otras ocasiones, Pedro Almodóvar, 60 años, fábrica de clásicos del cine español, dueño de dos premios Oscar y sueño de cualquier actriz, se toca la cabeza. Estamos en Francia y aunque la cosa luce bien para él entre los franceses, el manchego pone muecas. Podría ser a causa de las tibias críticas que recibió "Los abrazos rotos", su más reciente película en su España natal, pero no. La verdad es que le duele la cabeza. Así ha sido toda su vida, pero ahora es peor. "Desde hace tres años ha sido más insoportable", dice.

"Sufro de migraña y los neurólogos no tienen idea por qué me da. Afortunadamente estoy haciendo un tratamiento que me está dando muy buen resultado. Ahora estoy muchísimo mejor, si no, no podría estar hablando contigo".
Los periodistas revoloteamos alrededor del director, a cada momento más afable, con menos dolor y especialmente más deslenguado, todo lo contrario al ser aquejado de permanentes dolores de cabeza durante el arduo proceso de escritura de "Los abrazos rotos", una historia que pertenece al período autorreferencial de Almodóvar, inaugurado por "Volver" (de 2006 y su homenaje a su madre muerta) y que con esta última película ha tomado la forma de un autoexamen a los 60 años de vida y los cerca de 40 que lleva dedicados al cine. Algo así como cine dentro del cine, porque el protagonista de "Los abrazos rotos" es Mateo Blanco, justamente un director de cine (Lluís Homar) que ha perdido la visión y quien en el presente, y bajo la sombra del seudónimo Harry Caine, escribe guiones mientras vive obsesionado con el recuerdo de la mujer de su vida, la actriz Lena (Penélope Cruz), a quien perdió hace 14 años.

Esta es la historia de cómo Almodóvar mira su oficio de director de cine y, además, se trata de una revisión a sus chillones años como cineasta en ciernes de la movida española, cuando en la afiebrada marcha de los años 80, él dirigía películas del tipo "Mujeres al borde de un ataque de nervios": esa colección de tics, manías e histerismos kitsch de féminas filmado por el irreverente director. Ambientada en dos épocas, "Los abrazos rotos" entonces muestra cómo en el pasado nuestro director se enamora de la aspirante a actriz Lena, amante de un empresario chileno, mientras filman la colorinche y chillona "Chicas y maletas", un autohomenaje de Almodóvar a la producción de su propia cantera, "Mujeres al borde de un ataque de nervios".

Opina Almodóvar: "Lo más difícil de hacer cine dentro del cine, sabes, ha sido enfrentarse a un rodaje que no era cronológico. No íbamos rodando las cosas según el orden en que iban ocurriendo, sino que mezclamos épocas y películas. Entonces había momentos en que ninguno de los que estábamos en el set sabíamos en qué año transcurría la acción".

Muchos críticos y periodistas han encontrado similitudes con la película "8 ½" de Fellini, que habla de más o menos lo mismo: un director y el cine dentro del cine. "Pues sí, de algún modo es como '8 ½'. No de un modo deliberado pero al final sí que me encuentro con una película en la que reflexiono sobre mí mismo, mis principales miedos, sobre los temas que me obsesionan, sobre el cine y sobre mi propio cine. Estoy muy lejos de la maestría absoluta de Fellini. Pero yo creo que sí ha resultado ser mi pequeño y humilde '8 ½"', dice

Esta es la cuarta vez que trabaja con su nueva chica Almodóvar, Penélope Cruz, reinado que antes ocuparon Carmen Maura, Victoria Abril y Marisa Paredes. "La veo más experimentada, más madura con su Oscar", dice el director sobre el premio de Penélope Cruz por "Vicky Cristina Barcelona". "Pero sabes, también la encontré más nerviosa. Por la confianza que ella tiene en mí y por el amor exagerado que me profesa como persona, y como director, a veces se paralizaba por no estar a la altura. Y yo me he pasado la película animándola: 'No sólo estás a la altura, yo tengo que dar botes para llegar a la tuya', le decía. Entonces, a veces la responsabilidad que ha sentido la ponía muy nerviosa y es algo contra lo que hemos tenido que luchar. Pero en cualquier caso ha sido una experiencia estupenda. Cuando alguien tiene una fe ciega en lo que tú haces, eso a mí me da un enorme poder. Y eso es un privilegio".

Y en esta fase de la conversación, el director da sus recetas para trabajar con los actores. "No escribo pensando en nadie. Ya sean Carmen Maura, Antonio Banderas, Victoria Abril o Penélope Cruz, nunca los he llamado antes de tener el guión. Porque los guiones cambian tanto durante el desarrollo que no quiero arriesgarme a decirles, 'estoy escribiendo algo para ti' y que después eso se altere. Lo que sí ocurre es que cuando tengo una buena experiencia con un actor, lo que tienes es una inversión, porque allí hay alguien que te entiende y tú le entiendes. Ese actor tiene más posibilidades de trabajar en la próxima película que un actor o actriz que no conozca".

-¿Qué busca en un actor para que esté en un filme suyo?

"Depende. En principio, quiero que sean actores viscerales, pueden tener técnica o no tenerla. Si la tienen, quiero que no se les note. Y quiero que tengan una comunicación directa con sus emociones, sin que se interponga ningún tipo de prejuicios. Es recomendable que tengan un sentido natural del humor, y que tengan instinto e intuición. Sin embargo, no es absoluto necesario que sean inteligentes".

"Actuar no pasa por la cabeza. Y si son guapas y muy sexys, pues mejor".

-¿Y qué piensa de los que dicen que este es su trabajo menos emotivo?

"Desde mi punto de vista creo que están todas las emociones puestas en carne viva. Lo que sí es cierto es que si en 'Volver' podías llorar, ésta no es una cinta que te permita la lágrima. Es más seca. Es una película que conmociona más que emociona".


HIJO DE LA MOVIDA. Como si fuera un viaje al pasado, "Los abrazos rotos" ha significado para Pedro Almodóvar un encuentro cara a cara con su propia versión joven de sí mismo. Como cuando era un mozuelo de 16 años que dejó un lugar de La Mancha de cuyo nombre no quiere acordarse, para internarse de lleno en la vida bohemia de la capital y abrazar su pasión por el cine y el arte. Y, claro, también por la eterna "marcha madrileña" de la que fue parte activa. El rodaje de la película que va dentro de su película, "Chicas y maletas", le hizo situarse de nuevo en sus orígenes, en su desenfreno, en su vocación de irreverente hijo de La Movida Española, ese movimiento de libertad -o libertinaje, depende del foco- que nació tras la caída del franquismo. En total confianza, el español recuerda sus locos años y desclasifica secretos nunca antes confesados ante una grabadora.

"No tomé todas las drogas del mundo, pero lo que sí en los años 80 y mitad de los 90 tomé bastante cocaína. Después, cuando la cocaína no sólo no me excitaba, sino que además me bloqueaba, dejé de tomarla, porque prefería seguir viviendo y seguir trabajando y seguir estando lúcido (...) Mi generación, la que empezó a salir en 1975, fue pionera. Entonces no sabíamos nada acerca de eso, nada más que la gente a la cual idolatrábamos, como David Bowie o Lou Reed salían al escenario cayéndose de drogados y yo me quería parecer a David Bowie y Lou Reed. No teníamos información de que la heroína era tan peligrosa y de que la cocaína te volvía loco".

-¿Cómo era la marcha en La Movida?

"Yo era muy joven, con lo cual tenía mucho más aguante y necesitaba menos tiempo de dormir. Y me recuperaba muy pronto. En ese momento, yo trabajaba en la compañía telefónica (trabajo que tuve por doce años) y me tenía que levantar a las siete menos cuarto todos los días, lo cual me daba una obligación que, yo creo, incluía en mis rutinas una dosis de sentido común que mis otros compañeros no tenían. Ellos, mis compañeros de marcha, no tenían necesidad de trabajar".

"Bueno, entonces yo me levantaba muy pronto y trabajaba hasta las tres de la tarde y durante toda la tarde, primera hora de la tarde, y la noche y la madrugada, por ejemplo, escribía y dirigía películas, en súper 8, continuamente. Siempre había varias casas abiertas de amigos donde había una especie de orgía perpetua. Y uno siempre sabía donde acudir si quería divertirse cada día. Después terminábamos en cualquier local, pero había uno mítico que se llamaba Rockola, que para mí fue como la universidad. Ahí aprendí casi todo".

"Las noches interminables de Madrid, con verdaderamente todos esos tópicos, sexo, drogas y rock and roll, pues eran absolutamente reales. Entonces yo no sólo disfrutaba con el placer, sino que también reflexionaba sobre ello. Aunque parezca kitsch. Afortunadamente tengo un diario sobre aquellas noches, me inventé un personaje alternativo que se llamaba Pathy Dhyfusa, que era una actriz-estrella de cine porno y en la cual yo volcaba todas las experiencias disparatadas de aquellos años".

Pathy Dhyfusa alcanzó difusión en revistas "del momento" como dice Almodóvar y después hubo una selección de fragmentos que salieron publicados vía Anagrama. "Pero sabes, eran años y días muy enriquecedores porque no era sólo la libertad con la que actuábamos. Yo estaba en contacto con mucha gente, gente más joven que yo, que se expresaba con toda libertad en el terreno de la música, en el terreno del diseño, del vestuario, de la literatura, en el cine no porque es un medio muy caro. Y la mera compañía en absoluta libertad con toda esta gente para mí fue absolutamente esencial".

-¿Y no hubo costos de esos días sin restricción?

"Muchas de estas personas murieron en el camino y yo he tenido la suerte también de tener un enorme sentido común para retirarme a tiempo de todo. Tuve suerte de no morir por los excesos de juventud. Desgraciadamente gente con enorme talento se ha quedado a mitad de camino. Pero las cosas se entienden mejor en retrospectiva, en ese momento Madrid acababa de pasar una etapa horrible y muy oscura que fue el franquismo y esto correspondía a los primeros años de la libertad absoluta en España".

"Fueron tiempos inolvidables. Pero no fui sólo un testigo, sino que participé en todo tipo de cosas y sé de lo que hablo" (risas).


Fuente: www.elmercurio.com

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