El próximo 10 de abril se sabrá si el cantante y compositor Bob Dylan es el pintor más caro del mundo de la música. Ese día terminará en Londres la exposición “Bob Dylan sobre lienzo”. Si para entonces alguien paga el precio fijado de 450.000 libras (unos 1.340 millones de pesos) por el cuadro Train tracks, el músico estadounidense habrá superado a muchos contemporáneos suyos que han dedicado una vida entera a la pintura sin conocer siquiera el diez por ciento de su éxito.
Hará historia también en el arte contemporáneo y añadirá una estrella más en su ya curtido palmarés artístico, que incluye ser considerado uno de los más grandes músicos de rock del siglo XX y paralelamente sonar casi todos los años como candidato al premio Nobel de Literatura. ¡Nada menos!
La venta también podría ser el cumplimiento de un vaticinio que el mismo Dylan escribió en la canción Cuando pinte mi obra maestra, de 1971, y que finaliza: “Algún día todo será diferente cuando pinte mi obra maestra”.
La galería Halcyon de Londres es la responsable de este éxito artístico del cantante, quien a pesar de la resonancia en los medios de la muestra prefiere mantener su discreción. Evita el tema de los precios y apenas da una explicación de su estilo: “Sólo dibujo lo que me interesa y después lo pinto”.
Pero Dylan no es ningún debutante en la pintura. En 2007 mostró en Alemania por primera vez los dibujos y bocetos que realizó mientras estaba de gira entre 1989 y 1992, y que luego publicó en el libro Drawn Blank. Hace dos años, también en Halcyon, presentó 300 acuarelas en la exposición Drawn Blank Series, que fue una especie de evolución de los dibujos previos sobre lo que le llamaba la atención de su entorno. Todas se vendieron.
La pregunta que surge es si Dylan es tan talentoso para pintar como para componer, o si esto es solo un fenómeno respaldado por una brillante carrera.
Dylan empezó a tomar clases en Nueva York en 1966, durante la convalecencia de un accidente de motocicleta. “Comencé a dibujar lo que tenía a la mano: una máquina de escribir, un crucifijo, una rosa, cuchillos, alfileres y cajas de cigarrillos vacías. No creía que era un gran dibujante pero me sentí como poniendo orden al caos que me rodeaba”, escribió en su autobiografía Crónicas, publicada en 2004.
Su trabajo, sin embargo, fue mucho más allá de una simple entretención. Ganador de premios del calibre del Grammy, los Globos de oro y el Oscar, Dylan también empieza a dar pasos de genio en una disciplin que también intentaron en su momento músicos como John Lennon, y más recientemente Marilyn Manson, Beyoncé, David Bowie y hasta Tony Bennett, cuyos óleos por encargo alcanzan hasta los 80.000 dólares.
De ahí que la crítica no lo ataque fuertemente y, al contrario, alabe de cierta manera su trabajo comparando su estilo con el de maestros como Matisse, Degas y Van Gogh. Artistas con los que tiene algunas similitudes en las temáticas que le interesa plasmar en los lienzos: huertos, calles de barrio, fachadas de casas, troncos de árboles, bodegones y la figura femenina.
“El encanto de sus obras es que no tienen simetría, pues no sigue las normas de las proporciones. Estas últimas pinturas se sustentan por sí solas y ofrecen múltiples interpretaciones. Cada una tiene el brillo del color que contribuye a la carga emocional del sujeto de cada cuadro”. Esto lo dice el profesor Maurice Cockrill, miembro de la Academia Real de Arte, la tradicional y prestigiosa entidad británica.
El análisis se deriva de la docena de cuadros exhibidos en Londres, donde aparte de la costosa Train tracks (Vía férrea), expone otros como Escaleras, Vista desde el balcón y Tarde de domingo, en los que conocedores ven indicios de Picasso y Van Gogh; así como representaciones de la figura humana en Mujer en el pub León rojo, Dos hermanas y El restaurante de papá. Esta última es la más barata de la muestra, con un precio de 95.000 libras (unos 283 millones de pesos).
Lo que más ha sorprendido en las pinturas de Dylan es que no muestran el lado social y crítico de sus canciones. “No trato de hacer un comentario social o satisfacer la visión de alguien. Puedo encontrar contenidos en cualquier parte y creo que eso sale del mundo popular del que yo vengo”, dice el músico. Una experiencia irónica pues mientras toda su vida se ha mantenido alejado de los medios y evitando incluso el carácter comercial de sus canciones, es precisamente su faceta más íntima la que ahora lo tiene expuesto en un oficio que ni siquiera él imaginaba.
Fuente: www.elpesctador.com
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