El quinto álbum en estudio como solista representa su reencuentro con la vida.
A la vuelta del negro siempre está el color. La oscuridad, esa ausencia total de tonalidades, a Ana Torroja le tocó vivirla el 10 de octubre de 2008 en un accidente automovilístico en Cádiz que le significó alejarse de los escenarios por varias temporadas y que casi le cuesta la vida a su gran amiga Esther Arroyo.
Este suceso le afectó la clavícula, la hizo repensar en su vida y mermó su pasión por la música. Sin embargo, la española pasó esa página negra y, como habían sido el 90% de sus días, los dedicó al juego de imaginar notas sonoras y al arte de producirlas con altos sentidos estéticos. Estaba en ese proceso de reencuentro con su cotidianidad melódica cuando le aparecieron en el camino muchas canciones que describían, de arriba abajo, sus sentimientos actuales. Se deshizo de otras tantas que no cabían, no porque su calidad fuera insuficiente, sino porque no hacían referencia a lo que Ana Torroja quería decir, y se aventuró a la producción de su quinto álbum en estudio como solista.
El disco se llama Sonrisa y en cada milímetro de este trabajo, tanto en lo visual como el auditivo, está puesta la firma de esta mujer que en el colegio cantaba para ganarse unas galletas y ahora lo hace para sentirse viva. En la carátula aparece ella con unas gafas de dos colores, al mejor estilo del peace and love, y en la contraportada hay corazones, flores, círculos, pasteles y demás detalles que sólo un entrenado ojo femenino es capaz de asimilar. "Lo que se dice fuera, también debe correr por dentro. El mensaje del disco es muy vital y muy positivo porque hace referencia a la época en la que estoy viviendo", dice en medio de una sonora carcajada Ana Torroja, quien comenzó en la actividad musical en 1977 y durante muchos años fue la voz líder de Mecano, el grupo más vendedor de España en toda su historia, según datos estadísticos.
Con este registro la artista volvió a la cotidianidad de cantar, de darle gracias a la vida por compartir sus pensamientos con todo el público de habla hispana y de disfrutar de su profesión sin remordimientos.
Todavía no ha superado la prueba de fuego de una presentación en vivo. Ninguna de las historias que allí aparecen han sido cantadas en concierto, pero la española se siente segura de que su gira será un acontecimiento lleno de vitalidad. Toda la energía está puesta en el disco y de ahí su colorido. El diseño de la escenografía está listo, así como la implementación de una parrilla de luces poco convencional y un vestuario que será consecuente con la faceta moderna de la cantante.
"Este disco llega en un momento especial para mí y quería rodearme de mis mejores amigos. Lo único que hizo falta fue levantar el teléfono y los buenos amigos siempre están ahí para ayudar y para reír. Miguel Bosé hizo dos temas y con Alek Syntek pasó lo mismo. Es gente que me conoce muy bien y sabe decir las cosas de la manera en la que yo prefiero decirlas", asegura Ana Torroja, para quien es lo mismo cantar en un auditorio exclusivo para diez personas o hacerlo en un escenario al aire libre en frente de un millón de espectadores. Al fin y al cabo los que llegan, de un lado o del otro, son los que quieren estar ahí para compartir con ella su arte.
Gracias a la experiencia ha aprendido a manejar su voz tan particular con mucho acierto. El hecho de verse obligada a interpretar las letras masculinas de sus compañeros de Mecano (Nacho y José María) le otorgaron la oportunidad de meterse en los corazones ajenos para transmitir los sentimientos más genuinos en los seres humanos. Ese aprendizaje con el grupo lo ha aplicado también a su actividad como solista, que se inició en 1997 con la aparición de su álbum Puntos cardinales, con el que vendió más de 500 mil copias. Trece años después publica Sonrisa y confirma que luego de la oscuridad, siempre irrumpe el color.
El Espectador.com
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