En sus últimos años de vida, José Saramago sabía que la muerte le acechaba y su “única meta” era “vivir todos los días”, no rendirse “nunca”, como refleja el documental 'José y Pilar', del realizador portugués Miguel Gonçalves, que se estrena este viernes en Madrid, Barcelona y en otras seis ciudades españolas.
Durante dos horas, el espectador verá “al hombre que piensa, que se enfrenta al día a día y que nunca se da por rendido; un hombre con capacidad para soñar, imaginar y amar”, dice Pilar del Río, viuda del gran escritor portugués y presidenta de la Fundación José Saramago, tras un pase privado de “la película”, como ella prefiere llamarla.
“Es mentira que tener ochenta años signifique que una persona ya está muerta. No es cierto, y José demostró que no lo es, que podía tener ternura, alegría, ilusión, felicidad y la ira, también la ira”, comenta del Río, quien compartió tantos años de vida y de amor con Saramago y que ahora continúa difundiendo su espíritu de lucha “desde la más extrema de las humildades y, también, desde la más extrema de las soledades”.
Seguro no le fue fácil a Gonçalves resumir en dos horas la intensa vida que llevaban 'José y Pilar' y sus innumerables viajes por todo el mundo, y más cuando fue siguiendo a la pareja durante cuatro años -de 2006 a 2010-, y tenía grabadas 240 horas.
“Fueron cuatro años muy complicados y bellos”, afirmó Gonçalves, quien hizo el documental para reflejar el lado más íntimo del Premio Nobel de Literatura y para romper con esa imagen que algunos tenían de él de persona “seca y arrogante”.
La isla canaria de Lanzarote (en el Atlántico), donde el escritor y su mujer vivían desde 1993 y donde el autor de 'La caverna' murió el pasado 18 de junio, lúcido y “con ganas de trabajar hasta el final”, es uno de los escenarios españoles que salen en la película, en la que también se siguen los pasos de la pareja por Portugal, Brasil, México y Finlandia.
“Espero morir lúcido y con los ojos abiertos”, dice Saramago en un momento del documental, que permite asistir al proceso de escritura de 'El viaje del elefante', esa novela que el autor se vio obligado a interrumpir por una grave neumonía y que luego pudo terminar. “A Pilar, que no dejó que yo muriera”, es la hermosa dedicatoria del libro.
En los últimos años, ese “transgresor de todas las normas” que fue Saramago era consciente de que el tiempo se le iba de entre las manos y la obsesión por aprovecharlo impregna la película. “Sentir como una pérdida irreparable el acabar cada día. Probablemente eso es la vejez”, se le oye decir.
“Trabajó hasta el final”, asegura Pilar del Río, traductora de la obra del novelista portugués.
“La última vez que cayó enfermo, yo sabía que no se iba a recuperar, pero él siguió leyendo los periódicos, asistiendo a lo que pasaba en el mundo. El 14 de junio, cuando cumplimos 24 años de convivencia, cenamos con un grupo de amigos y, cuando estábamos hablando sobre la crisis, José dijo: ¿Qué crisis económica? Lo que está pasando es una crisis moral y es porque los ciudadanos hemos bajado la cabeza, no hemos hecho un corte de manga a las instituciones financieras y nos hemos dejado dominar'”, recuerda Del Río. “Eso fue cuatro días antes de morir”.
Siete meses después de la muerte del autor de Memorial del convento, Pilar del Río vive “inmersa en el mundo de Saramago”. De lo que siente por dentro no habla porque “eso es privado”, pero sí habla del “privilegio enorme” que ha sido para ella “haber compartido la vida con un ser extraordinario”, y eso la obliga “a seguir activa y a continuarlo humildemente”.
Y para hacerlo, Pilar del Río, que ahora reside en Lisboa, abrirá al público el próximo 18 de marzo la casa de Lanzarote, “para que la gente la pueda compartir, vean los árboles que José plantó, oigan la música que él escuchaba y visiten la biblioteca”.
En esa biblioteca, “José pasó su última noche, rodeado de sus libros, los que le formaron como hombre y los que él escribió”.
EFE
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