Llega imitando a Picasso, escenificando para dos asistentes las cenas para 50 personas en Maxim's que pagaba haciendo un dibujo en el menú cuando su mujer decía que no tenían dinero. Anthony Hopkins empieza de pie, luego se sienta, se levanta de un salto, pide el menú imaginario, hace el garabato, se lo da al camarero invisible, sale del restaurante. Con cuatro gestos, el eminente actor galés, de 73 años, clava al personaje. Estamos en Roma, en un hotel de lujo, y Hopkins está de un humor excelente. Ríe a carcajadas. Es mediodía y dejó de beber hace 40 años tras acabar con varias cosechas de whisky, así que no hay duda: he aquí a un hombre feliz.
La excusa para los 20 minutos de entrevista es El rito, una película de exorcismos italianos y curas anglosajones rodada en Roma en la que sir Anthony interpreta a un sacerdote especializado en sacar el diablo del cuerpo de la gente. Inspirado en supuestos hechos reales, lo mejor que se puede decir del filme dirigido por Michael Hafström es que Hopkins sale ileso con un medido ejercicio de contención y sobreactuación. Por lo demás, poca cosa, salvo que será seguramente un taquillazo y suscita en Hopkins algunos comentarios inteligentes: "No creo en Dios, tampoco en el diablo. El mal y la crueldad en la tierra existen, y seguramente se parecen a un tipo que tuvo el poder en Alemania y mató a millones de personas. Quizá era más ignorante que diabólico, me parece que la ignorancia es el peor pecado. Aunque el bien también existe, no creo que haya una moral universal, y dudo mucho que la justicia exista. Por eso yo no juzgo a nadie. Ni siquiera al Vaticano. Nunca critico o ataco. Me porto lo mejor que puedo. De todas formas, no me haga mucho caso. Yo soy solo un actor, y los actores no creemos en nada. Como Picasso".
Pregunta. Gassman y Mastroianni decían que, cuanto más tontos, mejores son los actores.
Respuesta. Exacto. Mastroianni le dijo una vez en un rodaje a Shirley MacLaine y Marcia Gay Harden: "Marcia, admitámoslo, los actores somos niños, pero también somos cerdos. ¡Somos cerdos!". Y ya sabe ese chiste: "¿Por qué mira un actor por la ventana por la mañana? Porque no tiene nada que hacer por la tarde". Y ese otro: Un actor encuentra a su mujer en la cama y un tipo que huye. "¿Quién era ese hombre?". "Tu agente". "Ah, ¿y ha dejado algún mensaje para mí?".
P. ¿Se aman demasiado los actores?
R. Eso espero. Yo lo hago todo el tiempo. Tengo suerte de estar vivo y de estar en este negocio. Me traen a Roma unos días, luego me llevan un rato a Londres y me devuelven a Los Ángeles. Es una vida estupenda, no tengo ninguna queja.
P. Pero prefiere componer.
R. Amo hacer música, me gusta más que actuar. No sé si está mi alma en ello, pero creo que tengo un don para orquestar... Este año tengo conciertos en Birmingham y en Viena.
P. ¿Tiene escuela, maestros?
R. No, la música me gusta desde niño, casi no puedo recordar cómo empezó esa pasión. Yo estoy muy influenciado por la música centroeuropea. Ravel, Debussy, Prokófiev... Seguramente es gracias a que mi padre los oía, pero me producen una impresión bastante fuerte. También los románticos, las catedrales del sonido... Luego me hice actor y abandoné la música, aunque toqué bastante el piano. Y más tarde descubrí que tenía el don de componer.
P. Sus padres no eran ricos. ¿Cómo hizo todo eso?
R. Mi padre era panadero, pero no vivíamos en la pobreza. Lucharon mucho en la guerra y la posguerra, fue duro para todos, pero me mandaron a la escuela, y la verdad es que me dieron muchas cosas.
P. ¿Y qué les pareció que fuera actor?
R. Les alivió que encontrara algo, no tenían mucha fe en mí, no era bueno en el colegio. A mi padre le hizo feliz ver que me procuraba una carrera. Ahora está muerto.
P. Su éxito ha sido bastante tardío. Antes de Hannibal Lecter no se le conocía mucho. ¿Se hizo mejor actor con el tiempo?
R. No sé, creo que es cuestión de suerte. Estar en el sitio justo en el momento apropiado, tener buenos agentes... Los tuve terribles, y ahora son buenos. Un poco de talento no viene mal, pero sobre todo es suerte.
P. ¿Siente que tiene mucho talento?
R. No más que otros. Me siento diferente porque no encajo bien en la sociedad, soy un verdadero nómada, no tengo ni un amigo y me gusta estar solo. Estoy casado con una maravillosa mujer colombiana. Pero no tengo amistades. Solía tenerlas, pero ya no. Me temo que soy un poquito outsider. No salgo con actores, no tengo un solo actor que sea mi amigo. Prefiero estar solo.
P. ¿Recuerda cuando sustituyó a Laurence Olivier en el teatro?
R. Buff, de eso hace 45 años, pero me acuerdo, sí. Me fue muy bien, la verdad. Dijo que lo había hecho muy bien, y me animó mucho. Conocí a Olivier bastante bien, pero me alejé de la gente del teatro cuando me fui a California, y ahora solo los veo una vez cada 10 años. Ahora he conocido a Kenneth Branagh, que me ha dirigido en Thor. Es un gran actor, muy simpático.
P. Dicen que tiene una memoria prodigiosa. ¿Es el secreto de un buen actor?
R. No creo. Ayuda, claro, porque consiste en memorizar cosas. Y me entreno mucho. Sé un par de poemas y soy un lector ávido, adicto a la Wikipedia. Tengo buena memoria pero no soy un hombre instruido, aunque he leído. La memoria es como un músculo. Para El rito memoricé como un loro las líneas en italiano con un entrenador. Eso te da confianza. Si no te sabes el papel, estás perdido. Es como subirte a un coche sin saber conducir. Puedes matar a cualquiera. Cuestión de experiencia.
P. Memoria, experiencia y contención. ¿Ese es su estilo?
R. ¿Contención? ¡Espero, sí! A veces tienes que sobreactuar. Si estás poseído por el demonio es difícil no pasarse en alguna escena. Intenté hacerlo fácil y natural.
P. ¿Le apetece una comedia?
R. Hice una con Woody Allen. No me importa para lo que me llamen, mientras me paguen. Lo cierto es que podría memorizar la guía telefónica.
P. ¿Sigue contento en EE UU?
R. Fui para un tiempo pero me dieron la green card y me quedé. Es agradable, vivo cerca de la costa, no veo a gente. A veces voy a Nueva York, la alfombra roja no es lo mío, si me invitan pongo excusas para no ir.
El Pais
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