Sin embargo, en la medida en que fueron discurriendo los años, ella y su familia se enfrentaron a la evidencia de que no había mejorías económicas y de que los cambios que ocurrían en la Unión Soviética y en Europa Oriental no llegaban a la isla. “De manera que abrí los ojos a la conciencia social y política cuando era una adolescente, ya se había caído el Muro de Berlín y mis padres se quitaban las máscaras y confesaban delante de sus niñas: ‘No habíamos creído, lo que pasa es que tuvimos que fingir para sobrevivir’”.
Hace tres años, Yoani abrió un blog en la red que bautizó como ‘Generación Y’, una bitácora inspirada en gente como ella: nacida en los años setenta, marcados por la escuela en el campo, los muñequitos rusos y con nombres exóticos —la única parcela de libertad que tuvieron sus padres— compuestos todos por la letra ‘Y’.
Su blog, en donde ha retratado la cotidianidad de la isla, una oculta y opacada en los medios oficiales, ganó el Premio Ortega y Gasset en 2008 y aunque el régimen no le dio permiso de viajar a España a recibirlo, Yoani siguió incansable en su afán de escribir. “Mi escritura ha terminado por tocar mi vida. Por momentos me gustaría imaginar que mi obra está en un anaquel y que no la llevo sobre mis hombros —cada minuto de mi existencia— decidiendo si sigo libre, o si voy tras las rejas... y si en los bajos de mi edificio están o no los dos hombres que me siguen a todas partes”, confiesa Yoani en la introducción de su libro Cuba libre, gracias a que la editorial Debate decidido llevar su valentía a las librerías de todo el mundo.
Esta proeza retrata desde el 4 de abril de 2007 hasta el 11 de octubre del 2009 los avatares cotidianos de la isla y desde allá, después de ciento de intentos, Yoani atiende esta entrevista con una sola condición: darle un abrazo a ese libro que ella posiblemente nunca verá.
¿Qué ha significado para usted estar ahora no sólo en la red, sino en un libro circulando por las estanterías de todo el mundo?
La parte de filóloga que aún me queda estaba realmente muy feliz de ver materializadas en las páginas de un libro todas esas crónicas que he ido colgando durante tres años en el ciberespacio. Tener esas historias puestas sobre el papel, en un libro que pesa, huele, se siente, es una experiencia muy bonita, aunque te confirmo que no he podido tener el libro en las manos. Los intentos por enviármelo que han hecho las editoriales han terminado en confiscados.
¿Cómo ha sido su vida durante estos tres años de cronista?
El blog y todos los comentaristas son los que me permiten seguir esta labor de narrar lo que ocurre alrededor mío. Desde que comencé a escribir para Generación Y, el costo personal y social ha sido muy alto. La presión, la estigmatización, la amenaza física y verbal han sido elementos inherentes y comunes en estos largos meses. Sin embargo, pienso que internet se ha convertido también en el escudo protector fundamental para seguir escribiendo. Las primeras dificultades con las que me topo son las precariedades de la estructura de conectividad. Como es ya casi un lugar común decirlo, vivimos en la isla de los desconectados. Eso hace muy difícil la labor de bloguear. Pero por otro lado está el amplio espectro de obstáculos que van derivados de la censura, del control estatal sobre los medios y la penalización al que opina diferente.
¿Cómo ha sorteado el tema del poco acceso a internet?
Uno puede ponerse creativo apelar a una conexión ilegal, conectarse en casa de un amigo, dictar los textos por teléfono. Pero en realidad lo que es más difícil de evadir es la censura.
¿Qué función ha cumplido la escritura en su vida?
En abril de 2007 yo sentía que estaba en un punto nodal de mi existencia, había tantas cosas por narrar, me sentía tan saturada de preguntas, frustraciones historias por contar... que me planteé una disyuntiva clara: o me voy otra vez de mi país, me encierro en el ostracismo y le doy la espalda a lo que pasa en mi nación, o sencillamente hago salir de mí todos esos demonios acumulados de la apatía, la inercia, el miedo, de la desilusión generacional, ante un proyecto social que nunca se concretó como nos habían prometido.
¿Qué efectos ha tenido su blog dentro de la isla?
A mí me tocó ser pionera, de manera que arrastro parte de la culpa y de la fama del fenómeno bloguer alternativo dentro de la isla. Pero ahora mismo, lo que más me gratifica es la existencia de numerosas voces: somos casi medio centenar de blogueros que dentro de la isla estamos narrando esa zona oculta que los medios oficiales no cuentan. Para mí es un principio de vida difundir el virus bloguer a todos aquellos que quieran contagiarse con la libre expresión.
¿Qué ha pasado con la literatura cubana?
Esta es una isla tocada por el ángel de la literatura y la poesía. Tenemos una larga tradición de escritores, filósofos, pedagogos en esta tierra, de manera que creo que todavía, a pesar de la censura, del control, de las listas que excluyen a tantos creadores literarios, se puede sentir que ese ángel está vivo. Lamentablemente muchas de las personas más productivas, más creativas, con una prosa más interesante, han tenido que migrar del país para labrarse un futuro y poder escribir en la libertad. Eso sin lugar a dudas ha producido un daño antropológico en las letras cubanas. Se han quedado los más conformes, los más plegados a las instituciones. Quienes han osado quedarse en el territorio nacional y aún así ejercer una literatura libre y crítica, han sido apartados, se les ha limitado el proceso editorial. Asistimos ahora mismo como a dos planos. Una es la literatura aceptada, distribuida oficialmente, y otra la literatura underground, que entra clandestinamente al país, que circula de mano en mano y que escriben esos autores malditos en la reclusión de sus casas.
¿Cuál es el verdadero miedo detrás de acallar a la población?
El tema es que este es un sistema que se ha basado en omitir y en silenciar durante muchos años sucesos que pasaban al lado nuestro. También en reescribir y redactar la historia para hacer heroicas su hazañas, y está claro que un régimen así no soporta la sana crítica, ni la fluida libertad de la información, porque eso develaría pasajes históricos que no son tal cual ellos los cuentan, sacaría a la luz nombres que ellos han intentado esconder, solapar, condenar al desván de la historia.
¿Sigue siendo eficaz la censura?
Lo que pasa es que los cubanos nos hemos hecho de un mercado negro para comprar todo aquello que estaba prohibido, igual nos hemos hecho a un mercado de información. Ahora está ocurriendo que la censura institucional es ineficaz para los nuevos modelos de transmisión de información como los blogs, el teléfono celular, las antenas parabólicas ilegales, las memory stick que están llevando a la población todo aquello que no podemos ver en los medios aceptados.
¿Cómo revela esas zonas ocultas de la sociedad cubana?
Soy una periodista muy peculiar, porque mi blog es como mi diario personal, que se construye a partir de anécdotas y de vivencias que experimento en carne propia. Como no soy ni una especialista, ni una académica, fui construyendo cada día esta especie de bitácora a partir de lo que me toca, de lo que siento, de lo que experimento. Claro está que en la medida en que las personas van sabiendo que tengo este altavoz que es internet, muchas llegan a mí para contarme sus historias. No soy una periodista tradicional que intenta resolver esas clásicas preguntas: Qué, Cuándo, Quién, Dónde. Yo creo que lo que más intento responderme es por qué, por qué el país en el que vivo no se parece al que me prometieron cuando niña.
¿Se está creando algún nuevo movimiento en Cuba de tintes políticos, en la música, en la cultura?
Creo que se está apostando mucho por la sociedad civil, esa manera espontánea que tienen los ciudadanos de organizarse y de pronunciarse, y noto ahora mismo que hay un ciclo de silencio que está terminado y voces que están surgiendo tanto en la arena de la blogosfera como en la música del hip hop, la literatura, el performance, la plástica, y son voces muy peculiares, porque no arrastran resentimientos, se sienten de algún modo hijos del proceso pero no quieren cambiarlo, y por otro lado son gente con una visión muy pragmática de la realidad, muy posmoderna, muy lúdica, no hay una sensación de victimización, sino de responsabilidad, pero una responsabilidad que te implica también empujar en la dirección de las transformaciones.
Por otro lado, aunque me encantaría creer que sí está en ebullición y que podríamos ser el motor impulsor de cambio, mi generación opta más por emigrar que por quedarse y esa es una sangría que va desgastando la nación.
Fuente: www.elespectador.com
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